La Educación Emocional es uno de los grandes retos educativos del siglo XXI. En este artículo te enseñamos una de sus capacidades específicas de la gestión y educación emocional: cómo el hablar con tus emociones.
El mes pasado ya hablamos del poder que tienen las emociones en nuestra vida diaria así como introdujimos la idea de que éstas mismas vienen a cumplir una importante función en nuestra vida.
Explicamos que en el ámbito de la Inteligencia y Educación Emocional, todas las emociones son buenas, o mejor dicho, son esenciales. Emociones aparentemente negativas como la tristeza, la ira o la culpa vienen a realizar una importante labor y es nuestra misión el descubrir cual es esa labor.
Y es que no se puede conocer la función de las emociones si lo primero que hacemos con ellas es rechazarlas sin más, las dejamos a un lado, evitamos sentirlas y escucharlas ya que nos generan una gran incomodidad. Esta incomodidad viene derivada de la escasa o inadecuada educación en inteligencia emocional que desde bien pequeños nos enseñan.
El primer paso para aprender a gestionar nuestras emociones es aprender el mensaje que ellas nos traen y para ello hay que pararse y observárlas de frente y sin juzgarlas. En este artículo te voy a hablar de los distintos mensajes y las diferentes necesidades por cubrir que te transmiten las emociones más conocidas por todos y las que primero se estudian en el ámbito de la Educación Emocional.
La tristeza
Es la emoción de la pérdida por excelencia, te indica que has perdido algo o que estás próximo a perderlo. Cuando sientas esa sensación de tristeza y no sepas que es pregúntate ¿Qué he perdido o qué creo que puedo perder? Seguro que la respuesta a tu tristeza aparece.
Además, la necesidad por cubrir que te transmite la tristeza es que pases el duelo por la pérdida, que tengas un tiempo sólo para ti, en soledad y tranquilidad.
La ira
Es una de las emociones que desde pequeños nos enseñan a esconder, nos dicen que es de niñ@s mal@s enfadarse. En realidad, lo que la ira nos viene a decir es que alguien ha traspasado nuestros limites y valores esenciales y tienes todo el derecho del mundo a enfadarte.
Lo importante con esta emoción es saber regular su intensidad al momento y circunstancia adecuada. Es decir, no es lo mismo un nivel de intensidad en el enfado de 9 cuando se te han colado en la cola del súper que un nivel de intensidad de enfado 9 cuando ves, por ejemplo, que están pegando a tu hij@. El secreto aquí está en saber medir la intensidad adecuada de enfado y manifestarlo con dicha intensidad.
La culpa
Esta emoción puede ser una de las más complicadas de gestionar ya que el enfado es contigo mismo. Te indica que has traspasado o roto algún valor esencial para ti o que has hecho daño a algo o alguien importante. La culpa te pide que restaures el daño causado o, si no puedes restaurarlo, que minimices sus consecuencias.
Lo esencial para gestionar la culpa es que te muevas y que pases a la acción. No te quedes tirado en el sofá pensando lo mal que lo has hecho, sal afuera y trata de resolverlo en la medida de lo posible. Una vez resuelto o minizado el problema causado, es conveniente que realices ejercicios de autoperdón.
El miedo
El miedo es otra de las emociones más incómodas de sentir, sin embargo, sin el miedo no habríamos evolucionado como especie. El mensaje del miedo es claro: huye o adquiere recursos para poder enfrentarte a la situación que te atemoriza.
Muchas veces lo que se esconde detrás del miedo es falta de seguridad y confianza y una de las maneras de aumentarlas es adquiriendo más recursos y conocimientos. La segunda función del miedo, la huida, es perfectamente lícita. Si no tuviéramos miedo de las situaciones que ponen en peligro nuestra supervivencia no habríamos evolucionado, no tendríamos esperanza de vida.
En definitiva, como he dicho al comienzo del artículo, uno de los primeros pasos para aprender potenciar tu Educación Emocional y aprender a gestionar tus emociones es pararse y escucharlas. No les tengas miedo, son tus compañeras de vida y tienen grandes cosas que enseñarte.